15 marzo, 2008

El tribunal inconstitucional

Nos han suicidado


Hoy,extraordinariamente, no toca hablar de transporte ni de trenes. Toca hablar de algo más importante y grave. De principios, de esencias, de garantías, de democracia, porque hace pocos días el Tribunal Constitucional –perdón por las mayúsculas- ha subvertido lo legal e institucional. Así como suena. Sus dos últimas intervenciones superan cualquier arbitrismo imaginable. ¿Qué cabe decir de su sentencia por la que exonera a dos estafadores de la condena por prescripción de los delitos? ¿Quién es el TC para adentrarse en asuntos que no son de sus ámbitos competenciales, que se reducen, exclusivamente, a enjuiciar si hechos previamente juzgados o leyes y normas dictaminadas se ajustan o no a lo que dice nuestra Constitución –esta sí con mayúsculas-? El TC admite que han delinquido, que han estafado y se adentran en un galimatías jurídico para que no entren en la cárcel dos estafadores de postín. Pura y dura prevaricación: dictar justicia a sabiendas de que la dictada es injusta. No cabe otra. Mamporreros del poder político en el gobierno, salvedad hecha de quienes se han apartado con su voto o votos particulares de tanta indignidad, de tanta perversión, de tanta injusticia.

Lo segundo, lo más reciente es que los miembros de tan alto (¿) tribunal se navajean entre ellos para inhabilitarse ante el hecho de tener, próximamente, que dictar sentencias que afectan a leyes de gran calado político y a la naturaleza y estructura del Estado. Veremos cómo en breve dictarán sentencia luego de haberse pasado meses y meses bajo un silencio sepulcral porque ahora ya es procedente para el gobernante. En una empresa cualquier empleado o funcionario sería inhabilitado por dejación de funciones e incompetente al dilatar tanto tiempo su trabajo. Ello es así porque los partidos políticos han pactado que los magistrados sean mamporreros de los partidos políticos. Pero eso no les exime de ejercer su función ajustada a derecho. No caben eximentes por el hecho de que hayan llegado a dónde han llegado por contubernios políticos. Nada puede ni debe justificar a los indignos.

¿Quién nos consuela y compadece de tanto oprobio? ¿Quién nos resarce de tanto desamparo? ¿A dónde dirigiremos nuestra mirada cuándo veamos nuestros derechos vulnerados? Ya no queda equidad, ya no hay esperanza en encontrar instancia alguna que sea nuestra salvaguardia última. El bote salvavidas, la tabla de salvación. La quiebra del derecho, de nuestro Derecho ya está consumada. Desgraciadamente consumada. Cuánto silencio sobrevenido en la mayoría de los medios, sobre manera en los afines al gobierno. Dos o cuatro noticias en algunos y poco más. Hoy ya el olvido. Tanto tiempo y esfuerzos para esto. Unos indignos han matado nuestro respeto y confianza en el Derecho y la Justicia. Nos han suicidado.

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