01 marzo, 2008

Hoy entra en vigor el Convenio Europeo del Paisaje

El paisaje, por decreto


Por
José Enrique Villarino
Economista


Bueno, por decreto, no. Por convenio, hoy entra en vigor el llamado “Convenio Europeo del paisaje”, lanzado por el Consejo de Europa para la protección, gestión y ordenación de los paisajes europeos. Las intenciones muy buenas, pero si los resultados son como las formas del convenio, que Dios nos coja confesados, al paisaje y a nosotros.

El texto del convenio, redactado por los burócratas de Bruselas no hay por donde cogerlo. Parte de una serie de principios con pretensiones de considerandos legislativos en un sinsentido, con un afán –que para nada viene a cuento- de definir el paisaje, para luego desgranar un rosario de obviedades e incurrir en flagrantes contradicciones. Así leemos en uno de los considerandos previos: “Tomando nota de que el paisaje desempeña un papel importante de interés general en los campos cultural, ecológico, medioambiental y social, y que constituye un recurso favorable para la actividad económica y que su protección, gestión y ordenación pueden contribuir a la creación del empleo.” ….. En qué quedamos, el paisaje, al que uds también consideran una escombrera, un vertedero, un bosque amazónico talado o cualquier feismo urbano está claro que desempeñan un papel cultural, ecológico, medioambiental y social, formidables y constituyen una fuente inapreciable de empleo …..

Porque luego osan meterse en zarandajas definitorias del calibre siguiente:por “paisaje” se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”. Es difícil encontrar definición más desacertada para el paisaje –o cualquier otra cosa- que ésta. Miren uds: Si el paisaje es cualquier parte del territorio están incluyendo –para entendernos- paisajes negativos y eso es un contrasentido, un contradiós que diría Umbral, con la finalidad proteccionista del convenio o decreto o lo que pretenda ser este bodrio pseudo-normativo. Por otro lado, es tautológico afirmar que sea el resultado de la acción e interacción de factores naturales y/o humanos. El “y/o” ya delata a los autores como “homini despachensis”. Todo es resultado de la naturaleza y el hombre: desde el paisaje, los oratorios de JS Bach, la termodinámica y los atentados del 11-M. Esa definición de paisaje, no define nada. Es inconsistente. Inane.

A partir de ahí, el resto de definiciones son un despropósito. Por ejemplo en la definición del objetivo de calidad paisajística, epicentro de una normativa como la presente se lee: ‘por “objetivo de calidad paisajística” se entenderá, para un paisaje específico, la formulación, por parte de las autoridades públicas y competentes, de las aspiraciones de las poblaciones en lo que concierne a las características paisajísticas de su entorno.’ Aparte de un galimatías, un fiasco. O sea, que el objetivo de calidad de un paisaje es lo que los políticos entiendan que son las aspiraciones de las propias características paisajísticas de la población. La definición en lo definido. Estupendo. En cambio no se dignan definir, en positivo, los estándares que configuran la calidad de un paisaje, buena o mala, positiva o negativa, que es el nudo gordiano de la cuestión.

¿Es necesario definir el paisaje para proteger los paisajes europeos y meterse en un jardín, nunca más a cuento, más complicado que el de Alicia en el País de las Maravillas, en el que todo resulta ser al revés? Sinceramente, creo que no y menos para hacerlo mal. Que yo sepa ninguna sentencia empieza definiendo el delito ni falta que hace porque eso es materia docente en las facultades de Derecho. Se tipifican los delitos, se les asignan unas penas y punto. Todos sabemos, intuimos o percibimos cuando lo que vemos en cada momento es un paisaje bello, agreste, suave, placentero, evocador o, por el contrario, un bodrio, antiestético, catastrófico. De lo que se trata es de objetivar tantos criterios y valoraciones de ellos como espectadores hay y jerarquizarlas para, más tarde, proteger las más valiosas aunque luego, a cada uno, nos gusten más o menos. Ese debe ser el objetivo de calidad. Porque quizá el paisaje, al que debemos seguir preservando esa aura algo misteriosa, indefinible e indefinida, inalcanzable, utópica y trascendente, es algo que ya amamos y comprendemos al poco de abrir los ojos, que marca indeleblemente nuestra infancia y que , poco a poco, en un perverso juego autodestructivo, nos encargamos de romper para, cada vez más –abocados al final-, añorarlo. Del resto de burocratadas referidas a ámbitos, competencias, disposiciones, etc, no merece la pena hablar. Visto lo anterior, ni me las he leído.

Buenas noches.

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